Para asegurar nuestra supervivencia, la muy elegante respuesta del cerebro a la tensión o a las amenazas ha tomado tres formas:
PARALIZACIÓN:
La primera defensa del sistema límbico, fue usar la respuesta de paralización en presencia de un depredador o de cualquier otro peligro.
El movimiento atrae la atención, así que el cerebro límbico, al hacernos quedar totalmente inmóviles en cuanto percibamos una amenaza, nos hizo reaccionar de la manera más efectiva para asegurar nuestra supervivencia. La mayoría de los animales y desde luego, la mayoría de los depredadores, reacciona ante el movimiento y se siente atraído por él.
Por lo tanto, esta capacidad de paralizarse ante el peligro tiene sentido, ya que muchos carnívoros van tras objetos móviles y hacen uso del mecanismo de acechar, derribar y morder, que exhiben los grandes felinos, principales depredadores de nuestros antepasados.
Muchos animales no sólo paralizan sus movimientos cuando se enfrentan a depredadores, sino que algunos simulan estar muertos, siendo el ejemplo máximo de la reacción de paralización. Ésta es una estrategia que emplean las zarigüeyas, pero no son los únicos animales que lo hacen.
De hecho, los relatos de los tiroteos en el instituto de Columbie y en la Universidad de Virginia demuestran que algunos estudiantes usaron la respuesta de paralización para enfrentarse a depredadores letales.
Al quedarse inmóviles o simular que están muertos, muchos sobrevivieron a pesar de que se encontraban a pocos metros del asesino. Instintivamente, los estudiantes adoptaron antiguos comportamientos que funcionan con mucha eficacia.
Si paralizas tus movimientos, a menudo te haces casi invisible para los demás, un fenómeno que todos los soldados y miembros de grupos de operaciones especiales conocen. Por consiguiente, la respuesta de paralización ha sido transmitida del hombre primitivo al hombre moderno y continúan con nosotros hoy en día como nuestra primera línea de defensa contra las amenazas o peligros percibidos.
Cuando un tigre o un león sale al escenario en un circo, te aseguro que los espectadores de la primera fila no harán ningún gesto innecesario con la mano o el brazo. Se mantendrán paralizados en sus asientos. A estas personas no se les ha entregado una nota indicándoles que se queden inmóviles; lo han hecho porque el cerebro límbico, a lo largo de cinco millones de años, ha preparado a la especie humana para comportarse de ese modo frente al peligro.
En la vida diaria de nuestra sociedad moderna, la respuesta de paralización se emplea más sutilmente. Puede observarse cuando alguien se pasa un semáforo en rojo, cuando roba y en ocasiones cuando miente. Mucha gente se queda totalmente inmóvil cuando se la reprende. El mismo comportamiento se observa cuando un individuo es interrogado sobre temas que percibe que pueden traerle problemas. La persona se paralizará en su silla (Gregory, 1999).
Durante los interrogatorios, una de las manifestaciones de la paralización límbica es contener la respiración o hacerla muy superficial. Aunque el sujeto no se da cuenta, esta respuesta es fácilmente observable por parte de cualquiera que esté pendiente de ello.
A menudo, durante un interrogatorio o una declaración, he tenido que pedir a quien interrogaba que se relajara y respirara profundamente, ya que la persona en cuestión no era consciente de lo superficial que se había vuelto su respiración.
En consonancia con la necesidad de paralizarse cuando uno se enfrenta a una amenaza, las personas interrogadas en relación con un delito a menudo fijan los pies en una posición de seguridad “Entrelazados de tras de las patas de la silla”, y la mantienen durante un exagerado periodo de tiempo.
Este tipo de comportamiento me indica que algo va mal; ésta es una respuesta límbica que requiere una mayor investigación. No se sabe si la persona está mintiendo o no, ya que no puede discernirse el engaño directamente.
Pero puedo asegurar por su comportamiento lenguaje corpral que algo le estresa. Por lo tanto, tengo que buscar la causa de su desasosiego a través de mis preguntas.
Otra variedad de la respuesta de paralización utilizada por el cerebro límbico es tratar de protegernos, disminuyendo nuestra exposición. Durante la vigilancia de las tiendas previa a un robo, una de las circunstancias que más llama la atención es que los delincuentes la mayoría de las veces, intentarán ocultar su presencia física limitando sus movimientos y encorvándose como si quisieran hacerse invisibles. Irónicamente, esto hace que destaquen aún más porque es una gran desviación del comportamiento normal que se muestra al ir de compras. La mayoría de la gente pasea por las tiendas moviendo bastante los brazos y erguidos, en lugar de ir encorvada, psicológicamente, los ladrones de tiendas o tu hijo o hija cuando quieren tomar a escondidas una galleta de la despensa, intentan controlar su entorno tratando de esconderse a plena vista.
Otra forma de intentar ocultarse a plena vista es limitando la exposición de la cabeza. Esto se hace encogiendo los hombros y bajando la cabeza, el llamado efecto tortuga. Observa a un equipo de futbol saliendo del campo tras perder un partido y te darás una idea de ello.
Curiosa y lamentablemente, los niños que sufren abusos, a menudo manifiestan estos comportamientos límbicos de paralización.
En presencia de un progenitor o adulto maltratador, dejarán los brazos colgados a lo largo de los costados y evitarán el contacto visual, como si eso le ayudara a no ser vistos. En cierto modo, están escondiéndose, lo cual es un instrumento de supervivencia para estos niños indefensos.
Uno de los objetivo de la respuesta de paralización es evitar ser detectado por depredadores o en situaciones peligrosas. Un segundo objetivo es dar la oportunidad al individuo amenazado de valorar la situación y determinar cual es la mejor medida que debe tomar.
Cuando la respuesta de paralización no es apropiada para eliminar el peligro o no es la mejor opción, por ejemplo, la amenaza está demasiado cerca, la segunda respuesta límbica es alejarse usando la respuesta de huida.
Cuando la respuesta de paralización no es apropiada para eliminar el peligro o no es la mejor opción, por ejemplo, la amenaza está demasiado cerca, la segunda respuesta límbica es alejarse usando la respuesta de huida.
Obviamente, el objetivo de esta decisión es escapar de la amenaza o, como mínimo, distanciarse del peligro.
Correr, por supuesto, es útil cuando es factible y, a lo largo de milenios, nuestro cerebro ha hecho que nuestro cuerpo adopte juiciosamente esta táctica como mecanismo de supervivencia para escapar del peligro.
Sin embargo, en este mundo moderno, en el que vivimos en ciudades y no en la selva, es difícil escapar de las amenazas. Por ello hemos adaptado la respuesta de huida a nuestras necesidades modernas. Los comportamientos no son tan obvios pero buscan el mismo objetivo: bloquear la presencia de individuos o cosas no deseadas, o bien alejarnos de ellos.
Si piensas en las relaciones sociales que has tenido a lo largo de tu vida, probablemente serás capaz de recordar algunas de las acciones “evasivas” que llevaste a cabo para distanciarte de la tensión no deseada de los demás. De la misma forma que un niño se aparta en la mesa de la comida no deseada y coloca los pies apuntando hacia la salida más cercana, un individuo puede alejarse de alguien que no le gusta o evitar conversaciones en las que se sienta amenazado.
Los comportamientos de bloqueo pueden manifestarse con un gesto de cerrar los ojos, frotarlos o colocar las manos delante de la cara.
También nos distanciamos inclinándonos hacia atrás para alejarnos, colocando objetos (un bolso) en el regazo, o volviendo los pies hacia la salida más próxima.
Todos estos comportamientos están controlados por el cerebro límbico que indica que se quiere mantener la distancia con una o más personas no deseadas o ante cualquier amenaza percibida en el entorno.
De nuevo adoptamos estos comportamientos porque, durante millones de años los humanos nos hemos alejado de las cosas que nos desagradan o que nos podían hacernos daño. Por consiguiente hoy en día, aceleramos nuestra marcha de una fiesta deplorable, nos distanciamos de una mala relación o nos inclinamos hacia atrás para alejarnos de aquellos que indeseamos o incluso de aquellos con los que no estamos en absoluto acuerdo.
De la misma manera que un hombre se aparta de una pareja conflictiva, un individuo en una negociación se moverá, alejándose de la otra parte si escucha una oferta poco atractiva o si se siente amenazado a medida que continúan la conversación. También pueden manifestarse comportamientos de bloqueo; el hombre de negocios podría cerrar los ojos o frotárselos, o bien colocar las manos delante de la cara. Puede alejarse de la mesa o de la otra persona, y apartar también los pies, a veces en dirección a la salida más próxima.
Éstos no son comportamientos de engaño, sino más bien gestos que indican que una persona se siente incómoda. Estas formas que ha adoptado la antigua respuesta de huida son comportamientos del lenguaje corporal de distanciamiento que te indican que tu interlocutor no está contento con lo que está sucediendo en la mesa.
LUCHA:
Es la táctica final del cerebro límbico para sobrevivir a una agresión.
Cuando una persona que se enfrenta a un peligro no puede evitar que la detecten paralizándose y no es capaz de salvarse distanciándose o escapando (huida), la única alternativa que le queda es luchar.
En nuestra evolución como especie nosotros junto a otros mamíferos, hemos desarrollado la estrategia de convertir el miedo en ira para poder rechazar a quien nos ataque (Pancasepp, 1998,208).
En el mundo moderno, sin embargo, dejarnos llevar por la ira no es práctico, ni siquiera legal, así que el cerebro límbico ha desarrollado otras estrategias que van más allá de la respuesta de lucha física primitiva.
Una forma de agresión moderna es la discusión. Aunque el significado original del término, “discusión” hace referencia a un simple debate o intercambio de opiniones, la palabra se emplea cada vez más como sinónimo de altercado verbal. Una discusión acalorada es, en esencia una “pelea” no física. El uso de insultos, cruce de acusaciones, el menosprecio de la talla profesional, el acoso y el sarcasmo son todos, a su manera, equivalentes modernos de la lucha, porque todos constituyen un tipo de agresión. Si piensas en ello, los juicios civiles pueden incluso interpretarse como una forma moderna de lucha o agresión públicamente aprobada en la que los litigantes discuten con agresividad dos puntos de vista opuestos.
Aunque, hoy en día, los humanos probablemente se enzarzan en altercados físicos con mucha menos frecuencia que en otros periodos de nuestra historia, la lucha aún es parte de nuestro arsenal límbico. Si bien algunas personas son más propensas a la violencia que otras, nuestra respuesta límbica surge de otros muchos modos diferentes a los puñetazos, las patadas y los mordiscos.
Se puede ser muy agresivo sin llegar al contacto físico, utilizando únicamente, por ejemplo la postura o la mirada, sacando pecho o invadiendo el espacio personal del otro. Las amenazas contra nuestro espacio personal provocan una respuesta límbica a nivel individual.
Sin embargo, es interesante comprobar que estas invasiones territoriales también pueden producir respuestas límbicas a nivel colectivo. Cuando un país invade el espacio de otro, a menudo el resultado son las sanciones económicas, la ruptura de las relaciones diplomáticas o incluso las guerras.
Evidentemente, es fácil reconocer cuando una persona usa la respuesta de lucha para llevar a cabo un ataque físico. Pero lo que quiero que aprendas a identificar, son esos modos no tan obvios que los individuos muestran en algunos de los comportamientos más sutiles relacionados con la repuesta de lucha.
De la misma forma veremos y analizaremos expresiones modificadas de las reacciones límbicas de huida y paralización, el decoro moderno exige que evitemos dejarnos llevar por nuestros instintos primitivos de lucha cuando nos sentimos amenazados.
Generalmente aconsejo a las personas que eviten usar la violencia (verbal o física) como un medio para conseguir sus objetivos. De la misma manera que la respuesta de lucha es el último recurso para enfrentarse a una amenaza, usado sólo cuando se confirma que las tácticas de huida y de paralización resultan impracticables, debería evitarse siempre que fuera posible.
Independientemente de los evidentes motivos legales y físicos en los que se basa esta recomendación, las tácticas agresivas pueden dar lugar a confusión emocional haciendo que resulte difícil concentrarse y pensar con claridad sobre la situación amenazadora en la que nos encontramos.
Cuando estamos emocionalmente excitados, y una buena pelea podría provocarlo esto en nuestra capacidad para pensar con eficacia se ve afectada. Esto sucede porque nuestras capacidades cognitivas quedan paralizadas, por lo que el cerebro límbico puede tener acceso total a todos nuestros recursos cerebrales disponibles (Goleman, 1995,27,204-207).
APACIGUADORES:
Son todas aquellas conductas no verbales en que parte del cuerpo masajea, estruja, frota, rasca, agarra, acaricia, talla o manipula de algún otro modo, otra parte del cuerpo.
Básicamente se presenta cuando las personas sentimos incomodidad desprendida de un sin número de situaciones emocionales.
Debemos de evitar estas conductas o movimientos ya que de lo contrario, estaremos transmitiendo inseguridad ante los demás.
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