Hace más de un año publiqué un post en el que explicaba que tu situación actual no era el fruto del azar ni de eventos aislados, sino el producto directo de los sistemas que habías ido creando consciente e inconscientemente a lo largo de tu vida, y que si querías cambiar esa situación lo único que tenías que hacer era sustituir tus sistemas actuales por otros que sí generasen los resultados que estabas buscando.
Sigo creyendo que eso es cierto, y que en última instancia son nuestros sistemas los que determinan los resultados que obtenemos. Sin embargo, en estos últimos meses me he dado cuenta de que aquel artículo estaba incompleto porque no mencionaba un detalle fundamental:
Que no siempre puedes implantar en tu vida los sistemas que te interesa implantar, ya que hay ocasiones en las que estos no son “compatibles”.
Vamos, que el proceso no es tan sencillo como decir “voy a desarrollar el hábito de escribir todas las mañanas” y conseguir que esa actividad se convierta en una parte de tu rutina diaria a base de fuerza de voluntad, sino que primero tienes que asegurarte de que cumples los requisitos necesarios para poder integrar ese nuevo hábito en tu vida.
Esa es la pieza del puzle que faltaba en mi post sobre sistemas, y de la que voy a hablarte hoy.
Después de leer lo que te voy a contar, tendrás un esquema claro y preciso de lo que necesitas hacer para cambiar cualquier aspecto de tu vida, y entenderás por qué algunos de tus intentos pasados de reemplazar tus sistemas por otros mejores no funcionaron como esperabas.
Mi intento fallido de convertirme en un chico sano
Cuando en 5º de carrera me fui a estudiar a Estados Unidos no tardé en empezar a ganar peso. El sustituir la comida de mamá por las guarrerías del comedor universitario, sumado al estilo de vida sedentario y a las fiestas que me corría todas las semanas, hizo que en apenas 4 meses cogiese más de 10 kilos.
Esas Navidades volví a España y por primera vez en mi vida tuve que aguantar a mis familiares y amigos agarrándome del moflete y hablando de lo “frondoso” y “bien alimentado” que había vuelto de América.
Fue bastante humillante, así que en cuanto volví a tierras yanquis decidí tomar cartas en el asunto.
Mi primera medida fue mudarme a un apartamento, para poder cocinar mi propia comida y alimentarme de una forma más sana. Además de eso, me matriculé en cuatro asignaturas optativas de deporte (natación, racquetball, weight lifting y tenis) para obligarme a hacer un mínimo de horas de ejercicio a la semana. Y, por si fuera poco, completé mi nueva rutina con varias horas adicionales de ejercicio en el gimnasio de la universidad.
Como puedes ver, me lo tomé bastante en serio. Ya te dije que lo de los mofletes me había tocado mucho las narices.
Los resultados de mi cambio de vida no se hicieron esperar. A lo largo del cuatrimestre fui perdiendo los kilos de más, recuperando mi forma física, y cuando llegó el verano ya estaba otra vez en mi peso habitual.
Sin embargo, unos meses más tarde me mudé a Seattle para empezar a trabajar y volví a engordar, y esta vez incluso más que antes.
Vamos, que a pesar de haber comido sano y de haber hecho ejercicio 5 veces por semana durante un cuatrimestre completo, no había logrado reemplazar mis sistemas defectuosos que me conducían al sobrepeso por otros nuevos y más saludables.
Pero, ¿por qué? ¿Acaso no dicen los expertos que se necesitan 30 días para desarrollar un nuevo hábito? ¡Si yo había dedicado más de 120!
En aquel momento no lo sabía, pero no había sido capaz de convertir el ejercicio y la alimentación saludable en una parte integral de mi vida porque mi modelo de la realidad no estaba preparado para ello.
¿Cumples los requisitos mínimos?
Antes de poder explicarte en detalle qué es eso del “modelo de la realidad” y cuál es su relación con tus sistemas, necesito que pienses un momento en un ordenador.
Un ordenador se compone de dos partes: hardware y software.
El hardware son todos los componentes físicos del aparato (el disco duro, el procesador, la tarjeta gráfica, la tarjeta de sonido…), y de ellos depende lo que puedes hacer con él.
El software, por el contrario, abarca todo lo que no se puede tocar porque son ceros y unos. Es decir, todos los programas que puedes instalar en el ordenador, desde el sistema operativo hasta el videojuego más avanzado.
Como seguramente sabrás, no todo el software es compatible con todo el hardware.
Si intentas jugar al último Call of Duty en un PC de hace 5 años, te saldrá un mensaje de error diciendo que tu ordenador no cumple los requisitos mínimos y que para poder ejecutar ese programa necesitas un procesador más rápido, una tarjeta gráfica más potente y más GB de memoria RAM.
De igual manera, por muy cabezón que te pongas y por mucho que lo intentes, nunca conseguirás copiar una película que ocupa 150 GB en un disco duro de 128 GB. Para poder hacer eso, primero tienes que sustituir ese disco duro por otro con más capacidad de almacenamiento.
“Y por qué me cuentas todo esto”, te estarás preguntando…
Pues te lo cuento porque, aunque no lo creas, tú funcionas de una manera muy parecida a un ordenador.
Tú también tienes un hardware, que es tu modelo de la realidad, y un software, que son tus sistemas.
Al igual que un ordenador, cuanto mejores sean tus sistemas, mejores serán tus resultados (ilustrarás mejor y más rápido si usas Photoshop en vez de Paint). Pero también, como pasa con los ordenadores, no todos los sistemas son compatibles con todos los modelos de la realidad (no puedes usar Photoshop en un ordenador que sólo tiene 1 GB de RAM), y habrá ocasiones en las que tendrás que actualizar tu modelo de la realidad antes de poder integrar completamente un cierto sistema en tu vida.
Resumiendo: que tu modelo de la realidad es el que determina los sistemas que puedes utilizar, que a su vez son los que determinan las acciones que tomas en tu día a día, que a la vez son las que determinan tus resultados.
Algo así:
Esquema para conseguir lo que te propongas
En su momento te expliqué en detalle cómo crear sistemas que generen las acciones correctas por ti y que te permitan conseguir resultados extraordinarios, y hoy quiero hablarte de los cimientos sobre los que descansan esos sistemas: tu modelo de la realidad.
Tu modelo de la realidad
Aunque todos vivimos en la misma realidad, cada uno de nosotros percibimos esa realidad de una manera muy diferente.
Es cierto que existen algunos hechos con los que casi todos estamos de acuerdo, como que una mesa es una mesa o que si dejas caer un objeto se cae, pero aparte de esas pequeñas excepciones, tenemos opiniones muy diversas sobre prácticamente cualquier otra cosa.
Y para comprobarlo, no tienes más que hacerte las siguientes preguntas y pensar en cómo las responderían otras personas que conoces:
- ¿Es sana una dieta alta en proteínas?
- ¿Son los recortes la solución a la crisis?
- ¿Eres una persona inteligente?
- ¿Se pueden desarrollar las habilidades sociales?
- ¿Vivimos en una sociedad machista?
Estoy seguro de que las respuestas de muchos de tus amigos serían completamente distintas a las tuyas.
El motivo de estas diferencias es que, a lo largo de su vida, cada uno de nosotros ha ido creando su propio modelo de la realidad, que incluye todo lo que creemos cierto sobre nosotros mismos, sobre el mundo (incluidas otras personas) y sobre la mejor manera de interactuar con el mundo.
Esas creencias son las que componen nuestro “hardware”, y las que van a determinar qué sistemas podemos integrar en nuestra vida y qué sistemas son incompatibles.
En mi caso, cuando me puse gordo en Estados Unidos, mi creencia sobre el ejercicio era:
“Hacer ejercicio es una actividad que te quita tiempo de otras cosas más divertidas, pero que no te queda más remedio que realizar cuando quieres bajar de peso”
Por eso dejé de hacerlo en cuanto volví a mi talla habitual, y por eso fui incapaz de convertirlo en una parte de mi día a día. Al fin y al cabo, ¿quién va a querer desarrollar un hábito que considera “una pérdida de tiempo”?
El sistema que quería instalar no era compatible con mi modelo de la realidad, y por eso la instalación fracasó.
Tuvo que llegar el universo y darme una bofetadita en forma de crisis de salud para que reaccionase de una vez y cambiase esa creencia defectuosa sobre el deporte por una mucho más útil:
“Hacer ejercicio de forma regular es imprescindible para ser feliz, porque me mantiene sano y lleno de energía y hace que pueda disfrutar mucho más del resto de aspectos de mi vida. Además, si elijo el deporte adecuado, hacer ejercicio puede ser una actividad muy divertida y satisfactoria”
En cuanto hice ese ajuste en mi modelo de la realidad y empecé a ver la actividad física como algo necesario para sentirme bien y poder ser feliz en vez de como “un método para perder peso” o como “una pérdida de tiempo”, el desarrollar el hábito de ejercitarme todas las semanas fue pan comido.
Había actualizado mi hardware, y ahora mi modelo de la realidad sí que cumplía los requisitos necesarios para poder instalar el sistema que antes había intentado implantar sin éxito.
La prueba es que en estos casi 7 años desde aquel cambio de creencias no he dejado de hacer deporte ni he vuelto a tener sobrepeso.
Ahora mismo no concibo mi vida sin ejercicio, y cuando hago un viaje y estoy varios días sin poder “darme caña”, empiezo a soñar con las sesiones de crossfit que me voy a meter al llegar a casa.
Un cambio forzado de sistemas
Como puedes ver, tus creencias son algo muy poderoso, porque determinan lo que eres capaz de hacer.
Cuando actualizas tu modelo de la realidad y adoptas creencias más útiles es como cuando sustituyes tu ordenador de hace 5 años por uno último modelo: se abre ante ti un mundo de posibilidades.
De pronto, puedes abrir varias pestañas en Chrome sin que se ralentice todo, instalar Photoshop porque ahora sí tienes suficiente RAM, o jugar con tus amigos al videojuego de moda, que por fin te funciona bien.
Debido a esto, empiezas a desarrollar nuevos sistemas más efectivos que antes no estaban a tu alcance:
- Utilizas nuevos programas para trabajar que te hacen más productivo
- Navegas por Internet sin preocuparte de cuantas ventanas tienes abiertas
- Juegas a videojuegos más divertidos y te lo pasas mejor
Pero, además, ocurre otra cosa importantísima que todavía no he mencionado hasta ahora: te ves obligado a deshacerte de algunos sistemas que se han quedado obsoletos y han dejado de funcionar.
Igual que cuando pasas de un iPhone 4 a un iPhone 6 no te queda más remedio que instalar la última versión de algunas de tus aplicaciones favoritas, porque las que usabas antes ya no son compatibles con el nuevo teléfono, cuando cambias tus creencias hay sistemas que dejan de servirte y que tienes que actualizar.
Esto es lo que me pasó a mí cuando leí La semana laboral de 4 horas, o lo que les pasa a muchos lectores cuando descubren este blog.
Tienen un empleo con el que no son muy felices, pero lo aceptan y no hacen nada para cambiarlo porque tienen la siguiente creencia:
“La única manera de ganarse la vida es tener un empleo convencional, y si no te llena del todo tienes que aguantarte, porque de algo hay que comer y además cuando eres adulto tienes que sacrificarte”.
Sin embargo, cuando leen mi historia descubren nuevas posibilidades que antes no existían, como el crear un negocio online que te dé libertad y te permita viajar por el mundo, la creencia anterior se pulveriza y de pronto el tener un empleo que no les aporta nada más que dinero deja de ser aceptable.
Muchos de los sistemas que habían integrado en su vida, como el intentar agradar a su jefe para conseguir un ascenso dejan de tener sentido (“¿para qué quiero que me asciendan si puedo dejar esta empresa y trabajar desde Tailandia?”), y no les queda más remedio que sustituirlos por otros nuevos (“voy a hacer lo que haga falta para crear mi propio negocio online”).
Un cambio en su modelo de la realidad desencadena un cambio en sus sistemas.
¿Te suena familiar?
Estoy convencido de que te ha pasado algo así más de una vez a lo largo de tu vida, porque la mayoría de breakthroughs, la mayoría de momentos decisivos que marcan un antes y un después en tu historia, son en realidad un cambio en tu modelo de la realidad que te obliga a un cambio de sistemas.
Por este motivo, en mis artículos y en mis cursos dedico mucho tiempo a trabajar las creencias. Porque sé que, a veces, la mejor manera de conseguir que alguien haga algo no es darle las últimas tácticas para hacerlo, sino cambiar lo que cree sobre ello.
¡Ahora te toca a ti!
En este artículo te he hablado de la relación que existe entre tu modelo de la realidad y los sistemas que aplicas en tu día a día, y de cómo un cambio de sistemas a veces requiere de un cambio de creencias previo, y a su vez, un cambio de creencias suele desencadenar un cambio forzado de sistemas.
Espero que te haya resultado provechoso, y sobre todo que te haya hecho reflexionar.
Ahora me gustaría que pensases en tu vida, y que dejases un comentario compartiendo una situación en la que tus creencias te jugaron una mala pasada y “boicotearon” tus intentos de hacer mejor las cosas, o un suceso que cambió tu modelo de la realidad y que te obligó a modificar tus sistemas.
Esto me ayudará a preparar el próximo post, en el que profundizaré aún más en el tema de las creencias y te explicaré de dónde vienen las tuyas, cómo identificarlas y cómo reemplazarlas por otras más beneficiosas para ti.
¡Muchas gracias! 😉
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