1. La pasión
Durante la seducción, que culmina en la fase de la pasión, que es la primera etapa de la relación amorosa, aún no se está seguro de que la base este bien establecida. Hombres y mujeres se muestran de la manera más bella, con el fin de seducir y conquistar al otro. Es durante esta fase en la que los hombres están más comunicativos y atentos, cuidando su imagen y mostrando interés por todo lo que su pareja les diga. Sólo tienen ojos para ella y la llenan de cumplidos. Es en esta fase en la que la mujer mira y escucha al hombre con la admiración, estando siempre dispuesta a hacer el amor, tanto como él se lo pida, jamás le critica y está dispuesta a seguirle en todos sus proyectos.
Al mismo tiempo, tendrás a la persona ansiada. Es tu alma gemela, tu príncipe, tu princesa y el amor que experimenta el uno hacia el otro, superará todas las pruebas Pasarás tus noches charlando y haciendo el amor. No podrás pasarte sin tu pareja, estarás perdidamente enamorado, posiblemente será la primera vez en tu vida. Es la fase que querríamos prolongar siempre.
Los bioquímicos demostraron que, durante esta fase, el cerebro humano producía una hormona llamada el phényléthylamine. Es la hormona que sería responsable de los estados eufóricos que vivimos cuando estamos enamorados. Esta hormona tendría los mismos efectos que la cocaína. Si la persona deseada te dejara en el momento de este periodo, su falta te produciría penas de amor. Si eres un drogadicto del phenyléthylamine, te irás cuando sientas disminuir tu pasión para encontrar en otro lugar una nueva llama que estimulará de nuevo, la producción de phényléthylamine. Irás de pasión en pasión, incapaz de un compromiso verdadero.
En cambio, si aceptas la pérdida de la pasión, tu cerebro reemplazará la producción de phényléthylamine por la producción de endorfinas que poseen las mismas propiedades que la morfina. Vivirás días de felicidad, tranquilidad, podrás dormir en paz, en silencio, en los brazos del otro. Tendrás una gran armonía en tu vida. Tu pareja te colmará de felicidad.
Por desgracia, la pasión pasa. De hecho, durante la fase de la pasión, no estabas enamorado de la otra persona, estabas realmente enamorado de las sensaciones provocadas en tu cuerpo y cabeza por las ideas que tenías de la otra persona. Ignoraste todos sus pequeños defectos, sólo viste y oíste lo que deseabas, pusiste a un lado todo lo que podía estropear tu pasión, te casaste y comenzaste a convivir
2. La lucha por el poder
Tu cuerpo y tu cabeza se acostumbraron a los efectos del phényléthylamine y de las endorfinas. Siempre estabas feliz, pero la intensidad de tu felicidad se fue atenuando y progresivamente volviste a la tierra Sorprendido te das cuenta de que tu príncipe azul se comporta a veces como un sapo, que tu princesa encantadora saca cada vez más regularmente sus uñas y sus colmillos.
Entras en la segunda fase de tu relación de pareja: la lucha por el poder. La ansiedad, la inseguridad de la seducción y de la pasión te forzaban a mostrarte de la mejor manera.
La seguridad de tu felicidad y la certeza que al otro le gustabas, te permitían abandonarte y mostrarte así, pero ya no finges más y comienzas a decir y a exigir lo que esperas de tu relación de pareja. Ya lo habías dicho, pero el otro te admiraba y no había entendido realmente lo que decías. Es verdad que el amor es ciego y sordo.
Es ahora cuando se percibe que el otro no comparte completamente tus puntos de vista sobre el ocio, el dinero, la elección de la casa, el reparto de los quehaceres domésticos, el número y la educación de los niños, los amigos, la frecuencia de los contactos sexuales, el tipo y el lugar de tus vacaciones, la elección de las películas, el modo de gustar y de divertirte en pareja.
Te das cuenta de que pone énfasis en su carrera, mientras que tú quieres que se ocupe más de la familia. Compruebas que quiere hacer el amor, pero a su manera. Adora las argumentaciones apretadas, pone emoción por todas partes. Ie gustan las grandes reuniones de familia pero el prefiere ir de caza o pesca con sus amigos. Tc gusta leer el periódico por la mañana y el otro tiene siempre algo que criticar contigo. Te gustan las películas, él prefiere las emisiones deportivas.
Esta lucha por el poder es inevitable y hasta necesaria. Es la lucha que nos permite saber con quién estamos en relación y cómo se nos permite afirmar nuestras necesidades y nuestras previsiones frente a la pareja. Esta lucha hace a ambos compañeros situarse uno respecto a otro. Desgraciadamente, la mayoría de las parejas se hunden en esta lucha y se meten en callejones sin salida:
"Eres tú el que comenzaste" "No me escuchas cuando te hablo". "Tú y tu familia sois iguales". "Si no dejaras para mañana siempre todo. . . "."Qué es lo que hice al buen Dios para encontrarme contigo". "Te lo había dicho bien". "Tienes que ocuparte un poco más de los niños ". "Quieres siempre tener razón". "Jamás comprenderás nada". "Eso es, vete".
Estas palabras las trataremos con regularidad. No debemos hacerlo así. Nuestros dos amantes íntimos y apasionados se convierten, en e] momento de esta fase, en dos enemigos. Los dos se quieren y continúan queriéndose, pero los roces son cada vez más frecuentes.
Estos roces son debidos a las diferencias que existen entre los hombres y las mujeres, a las diferencias que existen entre este hombre y mujer, en particular.
En este punto está en juego el futuro de la pareja. Más de la mitad de las parejas se divorciarán y muchos repetirán la misma dinámica con un nuevo compañero. El treinta por cien de las parejas, se resignarán y desarrollarán una relación desequilibrada.
Establecerán una guerra entrecortada con períodos de calma y buscarán compensaciones en el trabajo, la familia o en otro lugar. Apenas el veinte por ciento de las parejas conseguirán transformar esta lucha inevitable por el poder, en reparto de poder, la tercera etapa de la vida de pareja.
3. El reparto del poder
Para comprender bien la dinámica de la pareja, comparémosla un día. El día está lleno de luz y de actividades. La noche está llena de oscuridad y descanso. Al amanecer y al crepúsculo, el día y la noche se encuentran. Estos dos periodos se complementan por la armonía y la paz: no es ni de día, ni de noche, no hay viento, las aves ya no cantan, el tiempo está como suspendido.
El hombre posee facultades que le son únicas y un modo particular de contemplar la vida y acoplarse. La mujer posee facultades que también le son únicas. La mujer puede cumplir funciones; embarazo, enfermedad, lactancia, seducción, preocupaciones, receptividad, capacidad de relación simbiótica, que el hombre no puede cumplir, ni comprender. El hombre posee otras capacidades: fuerza física, creatividad material, espíritu de competición, instinto de cazador, necesidad de independencia, que igualmente la mujer no puede igualar ni comprender.
No podemos pedirle al hombre cumplir las funciones femeninas y viceversa, como no podemos pedir a la noche cumplir las funciones del día y viceversa. Podemos pedirles a los dos que se complementen para formar un todo. La mujer no puede pedirle al hombre que vibre en simbiosis con ella al no sentir él el feto que ella lleva en su vientre, El hombre no puede esperar que la mujer se embarque en sus actividades, de la misma manera que él puede vivirlas con sus amigos o compañeros.
En el reparto del poder, ambos, después de haberse informado de las particularidades individuales de él y de ella, aceptan utilizarlas, aunque sean diferentes y a veces contradictorias, para formar su pareja. Ambos no intentan transformar al otro para que responda a sus previsiones. Ambos no acusan al otro de ser responsable de la frustración de sus ilusiones adolescentes de pareja. Los dos se dan cuenta que son amantes y enemigos íntimos (habrá siempre unos desacuerdos, hasta en las parejas más felices), pero los dos ponen énfasis de ahora en adelante en su intimidad y en su aportación personal, aunque sea diferente en cada uno, Los dos explotan las cualidades del otro en provecho de la pareja y de la familia. Los dos comparten el poder comprendiendo que sólo en pareja, pueden satisfacer las necesidades de los dos
4. El compromiso
Uno de los principales indicios que demuestran que la pareja compartió el poder, y que están dispuestos a entrar en la cuarta fase de su evolución, es que vuelve ahora a ser más fácil decir "te quiero". Durante la lucha por el poder: "te quiero", fue a menudo asfixiado por: "te detesto”. Durante esta fase, decir: "te quiero", equivalía a dar más poder al otro. El "te quiero" de la tercera fase, tiene el significado de: "Yo te comería". Significa más bien: "me comprometo". "Conozco ahora tus defectos y tus cualidades, tus fuerzas y tus debilidades, y los acepto, aunque a veces no seas la princesa encantadora con la que había soñado, o no seas el príncipe encantador de mis ensueños. Tu cuerpo sufrió la prueba del tiempo, pero estoy bien contigo". " Conozco un poco mejor tus necesidades y tus deseos y me comprometo a hacer todo para satisfacerlos y aunque sabemos muy bien que no llegare a lograrlos del todo, sé que vas a apreciar mis esfuerzos". " No quiero cambiarte, te acepto tal como eres". "No eres el compañero ideal, pero estoy contenta con el camino que recorrimos y quiero continuar envejeciendo contigo".
Ambos amantes se hicieron cómplices reales. Es esta la etapa en la que se debería contraer matrimonio y no en el momento de la pasión deslumbradora.
5. La apertura sobre el otro
Es fácil en el restaurante, por ejemplo, diferenciar las parejas que se quieren de las que no. Las parejas felices se tocan, se miran, se hablan. Sus ojos están alegres, chispeantes, Respiran armonía y paz y nos demuestran que la vida juntos es posible. Es lo que llamo la apertura sobre el otro, la última etapa de la evolución de la pareja.
Por otra parte, estas parejas se implican socialmente, hacen los trabajos complementarios o simplemente están dispuestos a compartir su felicidad con sus niños y sus allegados cercanos o lejanos. Dan prueba de una receptividad muy grande. Son modelos a imitar y, a menudo, envidiados.
A la inversa, es fácil también identificar en el restaurante, las parejas que están todavía en la etapa de la pasión o a las que jamás superaron la lucha por el poder. El hombre a menudo revisa un periódico o mira hacia todos los lados. La mujer mira a su marido de refilón esperando que se interese por ella.
6. La paradoja de la pasión
Al principio de las historias de amor ambos compañeros están en el mismo estado, deseosos de construir la relación y con dudas sobre cómo poder hacerlo. Los dos aumentan sus comportamientos seductores con el fin de asegurarse el control emocional del otro. Conjuran el miedo a ser rechazados y desarrollan confianza en sí mismos.
Después de cierto tiempo, su necesidad de fusión se encuentra satisfecha y comienzan a experimentar la necesidad de tomar distancia. En efecto, la satisfacción de la necesidad de unirse elimina esta necesidad. Deben entonces retirarse para que de nuevo, pueda renacer la necesidad de la unión, porque es cierto que: deseo lo que no tengo, no lo que poseo. "Cuando estás lejos, quiero acercarme, cuando estoy satisfecho de ti, quiero alejarme ", tal es la paradoja de la pasión.
Es en la etapa del reparto del poder cuando la pareja debe crear lo que Delis y Phillips llaman la distancia justa, es decir un espacio donde la necesidad de unirse y la necesidad de autonomía, puedan dar a cada uno su satisfacción.
Todas las parejas deben aprender a administrar un cierto desequilibrio en su relación emocional porque hay en todas una lucha por el poder, por controlar la fuente de satisfacción y las necesidades amorosas. Esto es completamente normal, pero a veces, este desequilibrio aumenta y los conflictos se desarrollan.
Dar afecto satisface y tranquiliza al dominado que se vuelve menos exigente. La ley fundamental de la paradoja dice que, cuando tu necesidad de fusión está satisfecha, la necesidad de autonomía aumenta.
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